Implementación de Protocolo ERAS en anestesiología
Resumen
La práctica de la anestesiología ha experimentado en las últimas décadas una transformación sin precedentes, impulsada por la incorporación de evidencia científica robusta y un énfasis creciente en la seguridad y el confort del paciente. En este contexto, los protocolos de recuperación mejorada tras cirugía —más conocidos por sus siglas en inglés ERAS (Enhanced Recovery After Surgery)— se constituyen en un paradigma clave para optimizar los resultados perioperatorios, reducir complicaciones y acortar la estancia hospitalaria.
¿Qué es ERAS y por qué importa?
ERAS es un conjunto de recomendaciones basadas en la evidencia que abordan cada fase del proceso quirúrgico: desde la preparación preoperatoria, la anestesia y el manejo del dolor, hasta la rehidratación, la movilización temprana y la alimentación postoperatoria. Su fin es minimizar la respuesta al estrés quirúrgico, acelerar la recuperación funcional y mejorar la experiencia del paciente. Numerosos estudios han documentado que la implementación de ERAS reduce la morbilidad global, disminuye las complicaciones infecciosas y tromboembólicas, y consigue que los pacientes se reintegren más rápidamente a sus actividades cotidianas.
El papel central del anestesiólogo
Dentro de ERAS, el anestesiólogo juega un rol protagónico. La selección de técnicas anestésicas multimodales —combinando anestesia regional, fármacos de bajo impacto opioideo y agentes de inducción/recesión con perfil favorable— es fundamental para controlar el dolor sin retrasar la movilidad ni prolongar la recuperación cognitiva. La monitorización hemodinámica avanzada y el uso de fluidos guiados por objetivos contribuyen a mantener un balance óptimo de líquidos, evitando tanto la hipovolemia como la sobrecarga, dos determinantes críticos de complicaciones posoperatorias.
Desafíos y barreras en la práctica
A pesar de sus claros beneficios, la adopción de ERAS enfrenta obstáculos. Primero, la resistencia al cambio en equipos quirúrgicos tradicionales, donde protocolos históricos y rutinas consolidadas pueden chocar con la necesidad de estandarizar procesos. Segundo, la coordinación interdisciplinaria exige un compromiso de cirujanos, enfermería, nutricionistas y fisioterapeutas, además del anestesiólogo. Finalmente, la falta de recursos —desde infraestructura para la monitorización avanzada hasta formación continua en nuevas técnicas— limita su implementación en muchos centros.
Estrategias para una implementación exitosa
- Educación y sensibilización: desarrollar talleres y simulaciones que demuestren claramente los beneficios clínicos y económicos de ERAS.
- Equipos de trabajo integrados: conformar comités multidisciplinarios que establezcan metas comunes, protocolos escritos y métricas de seguimiento.
- Auditoría y retroalimentación: medir indicadores clave (tiempo de estancia, tasas de complicación, dolor posoperatorio) y compartir resultados para ajustar continuamente el programa.
- Adaptación local: diseñar “paquetes ERAS” específicos para cada tipo de procedimiento y realidad institucional, sin perder el rigor de la evidencia.
Un llamado a la acción
Las revistas científicas universitarias tienen la responsabilidad de difundir experiencias, estudios de implementación y resultados reales de ERAS en distintos entornos. Solo a través de la generación y comunicación de conocimiento podremos derribar barreras, promover políticas sanitarias que respalden estos protocolos y formar a la próxima generación de anestesiólogos en prácticas basadas en la evidencia.
En definitiva, ERAS no es algo pasajero, sino una revolución silenciosa con impacto directo en la calidad y la eficiencia de la atención quirúrgica, por lo que debemos abanderar su expansión y profundizar en las áreas aún poco exploradas —desde la personalización según comorbilidades hasta la integración de herramientas digitales de seguimiento— para seguir elevando los estándares de nuestra especialidad.
