Ciencias Sociales ǀ CARTA AL EDITOR
*Autor correspondiente:
sclerk@nlc.bc.ca
Editora jefe:
Griselda
A. Meza Ocampos
, Universidad
Nacional de Asunción (UNA). Centro Multidisciplinario de Investigaciones
Tecnológicas (CEMIT). San Lorenzo, Paraguay.
Co-editora:
Juliana
Moura Mendes Arrúa
, Universidad
Nacional de Asunción (UNA). Centro Multidisciplinario de Investigaciones
Tecnológicas (CEMIT). San Lorenzo, Paraguay.
Recibido:
11 de febrero de 2025
Revisado:
08 de abril de 2025
Aceptado:
12 de abril de 2025
Recibido en versión modificada:
09 de junio de 2025
Este
es un artículo publicado en acceso abierto bajo una Licencia Creative Commons “CC BY 4.0”. ![]()
Declaración de conflicto: Los autores declaran no tener conflicto de intereses.
e-ISSN 2709 -0817
Como citar: Clerk, S. (2025). Diversidad y Desigualdad – Mi internacionalización no es tu internacionalización. Revista investigaciones y estudios – UNA, 16(1), pp. 1-3.
Diversidad y Desigualdad: “Mi Internacionalización no es tu Internacionalización”
Diversity and Inequality – “My Internationalization is not your Internationalization”
1 Northern Lights College. Associate Vice President, Educational Services. Columbia Británica, Canadá.
Carta al editor
Estimada editora:
Antes de abordar el contenido específico de esta carta, me gustaría tomarme un momento para reconocer la maravilla que representa el trabajo internacional en el que muchos de nosotros estamos involucrados. Es verdaderamente inspirador observar cómo, desde distintas partes del continente, personas con trayectorias diversas se reúnen con el propósito compartido de conectar saberes, culturas y experiencias a través de las fronteras.
Muchos hemos tenido el privilegio no solo de cruzar fronteras geográficas, sino también de facilitar experiencias internacionales e interculturales para nuestros estudiantes y colegas. En mi caso, mi primera experiencia en educación internacional ocurrió durante mis estudios de pregrado, cuando pasé tres meses en Sucre, Bolivia. Aquella vivencia me marcó profundamente, no solo por lo aprendido in situ, sino por la transformación que generó en mi manera de ver mi propio país y mi cultura. Regresé a casa con una mirada nueva, más crítica y a la vez más comprensiva. El desarrollo de una mentalidad intercultural es, sin duda, una de las herramientas más poderosas que poseemos en el contexto actual, y la internacionalización es una vía privilegiada para cultivarla.
Nuestro tema compartido esta semana es precisamente la internacionalización en la educación superior y, de manera algo provocadora, he titulado mi reflexión como “mi internacionalización no es tu internacionalización”. Y sinceramente creo que así es. La internacionalización, como la belleza, está en el ojo de quien la mira. O, mejor dicho, la experiencia vivida de la internacionalización —como proceso, como acto y como oportunidad— depende profundamente del lugar desde donde se la vive.
Para asistir a esta conferencia, emprendí un largo viaje desde mi hogar en Dawson Creek , en la Columbia Británica, hacia Toronto , luego a São Paulo y finalmente a Asunción.
Y puedo afirmar con certeza que la manera en que se experimentan las oportunidades de internacionalización varía notablemente entre Asunción y São Paulo, y nuevamente entre São Paulo y Toronto, y, por supuesto, entre Toronto y mi pequeña comunidad rural en el norte de Canadá. Las estructuras, recursos, políticas institucionales y hasta los imaginarios sobre lo que significa “internacionalizarse” no son iguales. Y eso importa.
La internacionalización no es un monolito. Es evidente que nuestra posición relativa dentro del sistema académico global condiciona cómo lo vemos y cómo actuamos en él. En mi pequeña institución pública, la internacionalización es un asunto central, aunque con matices particulares. Durante décadas, en la Anglosfera, atraer estudiantes internacionales que pagan aranceles ha sido una característica prominente. Tradicionalmente, este perfil respondía a una élite que buscaba una educación de élite. Pero en el Canadá actual, vemos a jóvenes del Sur Global que llegan a nuestros institutos comunitarios —lejos del prestigio de las grandes universidades— buscando una ruta migratoria hacia una nueva vida.
Estos estudiantes no solo subsidian los presupuestos institucionales; también se integran a nuestras comunidades como parte esencial de la futura fuerza laboral. Por ello, el reclutamiento y apoyo a estudiantes internacionales que completan credenciales y se establecen localmente es, para nosotros, el principal enfoque internacional. Somos una institución mixta, con vocación académica y vocacional, sin perfil de investigación y con una misión clara de acceso. La promesa plena de la internacionalización, tal como suele definirse en los grandes centros, nos resulta tan remota como lo es nuestra ubicación geográfica. Respondemos y nos adaptamos al entorno, trabajando con las herramientas que tenemos a la mano. En términos prácticos, nuestra realidad es un desequilibrio constante: contamos con más recursos económicos que capacidad humana para involucrarnos en una internacionalización más amplia, inclusiva y estratégica.
Diversa y desigual es, sin duda, la experiencia de la internacionalización para las universidades e institutos del mundo. En América Latina, el estudio de la internacionalización ha generado un corpus importante de investigación y debate, liderado por académicos como Jocelyn Gacel-Ávila, María Soledad Oregioni, Sylvie Didou Aupetit o Fernanda Beigel, entre otros. Instituciones como el Observatorio Regional sobre Internacionalización y Redes en Educación Terciaria (OBIRET) aportan una mirada crítica y contextualizada. Varios estudios coinciden en que la internacionalización puede ser una herramienta valiosa para enfrentar las deficiencias estructurales de la educación superior en la región. Sin embargo, este potencial debe materializarse dentro de límites impuestos por viejas deudas históricas: burocracia, restricciones financieras, mallas curriculares inflexibles y políticas inconsistentes. Como bien afirma Jocelyn Gacel-Ávila, “el desafío para América Latina es avanzar el doble de rápido para estar al mismo nivel”. Y, lamentablemente, todo indica que no avanzamos a ese ritmo.

Figura 1. Diversidad y desigualdad. “Mi internacionalización no es tu internacionalización”.
Mi internacionalización no es tu internacionalización. Mi internacionalización no es mejor ni peor que la suya. La mía nace tanto de circunstancias únicas como de una posición relativamente privilegiada en Canadá. Su internacionalización también nace de circunstancias únicas y posiciones desiguales dentro del sistema académico global.
Las historias, culturas y lenguas compartidas de América Latina constituyen una oportunidad singular, que distingue a esta región del resto del mundo. Y desde fuera, vemos cómo están buscando formas creativas de aprovechar esa oportunidad: la creación de la Universidad para la Integración de América Latina en la zona de la triple frontera, o la propuesta de la Universidad Binacional Aymara —el sueño de una universidad indígena en la frontera entre Bolivia y Perú, a orillas del Lago Titicaca— son ejemplos elocuentes de esa búsqueda.
Varios académicos latinoamericanos sostienen que la región debería construir una internacionalización propia, que no se modele únicamente en las mejores prácticas ajenas, sino que se funde en las mejores oportunidades y las necesidades reales de sus estudiantes, profesores, instituciones y comunidades. Tal vez quienes tenemos más recursos debamos construir más puentes. Puentes donde el tránsito sea bidireccional. Quizás, menos aviones y más puentes. Y tal vez, algún día —con su liderazgo y perseverancia— su internacionalización nos llevará a una América Latina menos archipiélago y más continente.
Referencia Bibliográfica
Universidad Nacional de Asunción. (2024). IV Congreso de Internacionalización de la Educación Superior (25, 26 y 27 de setiembre). Asunción. UNA. https://cies2024.una.py/